Cuando me animé a escribir,
mi alma volvió a vivir.
Cuando mis dedos se movieron,
latidos se pudieron oír.
Tanto ruido hicieron,
que ya no puedo morir.
Mi mente llego a crear un altar
y mis sentimientos se pusieron a danzar,
pero cuando un verso dictó el final,
todos se negaron a terminar.
Por eso, hoy escribo de nuevo
y por suerte junto a mí
proclaman un canto de anhelo,
que se escucha allí...
donde las comas dictan la pausa,
donde el punto
existe con causa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario